Luego de la Segunda Guerra Mundial, el mundo quedó dividido por el
dominio de dos potencias hegemónicas: Los Estados Unidos y la Unión
Soviética. Alrededor de las mismas, los demás países del planeta se
fueron "alineando", situación que dio lugar a la formación de dos
bloques, el bloque occidental o capitalista, liderado por los Estados Unidos y
el bloque oriental o socialista, liderado por la Unión Soviética. Las
tensiones entre estos bloques, originaron la Guerra Fría.
Pero, tras la caída de la Unión Soviética y la disolución del bloque socialista, los Estados Unidos se convirtieron en la única superpotencia mundial, sin que nadie pudiese disputarle su liderazgo. Económicamente, el mundo se organizó alrededor de los grandes centros del capitalismo, que son los Estados Unidos, Japón y Europa Occidental, en los que se toman las decisiones que marcan el rumbo de la economía y la política mundiales.
Sin embargo, desde el principio de esta hegemonía, el país que ha ocupado el puesto número uno en cuanto a poderío económico, ideológico y militar, ha sido Estados Unidos, y continúa siéndolo hasta el momento, debido a la gran influencia que ha tenido sobre otros países y que aún mantiene, gracias a sus expansiones de todo tipo y periferias que ha logrado imponer a lo largo y ancho del mundo.
Sobre esta nueva tendencia de los países a depender de
otros, y a adoptar elementos culturales, económicos y políticos de otros
países, es importante hablar sobre los aspectos positivos y negativos que han
surgido, que no son más que resultados del actuar de los hombres y mujeres que
habitamos el planeta, y que hemos construido de él lo que es actualmente.
Otro aspecto que se debe
destacar es la gran influencia que el sistema capitalista tiene sobre los demás
países, que promueve valores que nos inculcan patrones de consumo y
comportamiento, los cuales en ocasiones nos hacen bien, y en otras nos
perjudican muchísimo, haciéndonos perder cada vez más la identidad, y
arrastrándonos hacia un punto de dependencia hacia otros países, en todos los
aspectos. En ese punto, es cuando nos preguntamos si realmente vale la pena
estar tan conectados. Actualmente vemos cómo los países entran en crisis de un
día para otro, debido a una mala jugada de países aliados, vemos cómo las
economías mundiales se desploman por estar demasiado conectados y ser demasiado
interdependientes. ¿Realmente debemos estar tan relacionados? Si la respuesta
es sí, ¿por qué debemos siempre competir por hundir a los demás y sobresalir
como nación, si presuntamente constituimos un bloque interrelacionado y con
dependencia mutua? Sin embargo, me parece que es una pregunta sin respuesta,
dadas las dos caras de la moneda, de las cuales una siempre debe permanecer
oculta, que en la mayoría de las ocasiones es la menos favorable.
Excelente entrega Jesús, te felicito, impecable tu trabajo. :)
ResponderEliminarTe dejo mi rayita --------------> Estas en Favs ¡Vales Mil!
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