En la actualidad, es complicado definir la situación
en que se encuentra nuestro país con respecto a sus relaciones con otros
países, o la situación relativa en cuanto a política, economía y sociedad,
puesto que cada quien tiene su opinión o manera de vivir las diferencias o
igualdades, dependiendo de su realidad.
Sin embargo, es imposible negar que existe algo en
nuestro país que no termina de cuadrar con nuestros deseos de superarnos, y es
que muchos aún nos consideramos que seguimos en el mismo hoyo, algunos lo ven
más profundo, y otros menos, pero finalmente coincidimos en que estamos
estancados, y aunque de vez en cuando escalemos un poco y pensemos que estamos
un poco más cerca de la salida, terminamos cayendo y regresando a como nos
encontrábamos en el principio.
Esto sucede, principalmente, con respecto a nuestra
economía; vamos de mal en peor, y cuando pareciera que estamos mejorando, llega
algo o alguien que nos hace retroceder y terminar incluso peor que la situación
que teníamos antes. Y esto no se deriva de nada más que de nuestra política, lo
cual no es consecuencia de otra cosa mas que de nuestra sociedad, en la que
ponemos a cualquiera como gobernante, en la que no exigimos, no opinamos, en
que tiramos piedras y escondemos la mano, en que tomamos las opiniones de los
demás, de la televisión, de los medios pagados, de las telenovelas y de la información
barata o gratuita que se nos quiere hacer llegar, mientras no nos preocupamos
por hacer un verdadero cambio en el país.
Una lectura importante e interesante con respecto a
este tema en sus tres ámbitos es el libro Las
venas Abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano, en el cual, si bien
habla acerca de los países latinoamericanos en general, aplica perfectamente
para nuestro país, y con el cual podemos darnos una idea más clara y explícita
sobre las “situaciones desfavorables”, por decirlo de una manera poco
dramática, en que nos encontramos como latinoamericanos y como mexicanos con
respecto a, principalmente, Estados Unidos. En él, podemos comprender cómo desde el
principio de los tiempos, América Latina ha sido considerada como una región de
saqueos, de opresión y subdesarrollo. Ha sido, y es considerada, como una zona
de dudosa identidad, excluida imaginariamente del continente americano, pues
los países que la conforman son, junto con sus habitantes, de todo, menos
americanos.
No es algo sorprendente para los mexicanos, el
hecho de escuchar que otros países se
refieren a los habitantes norteamericanos sólo como americanos, y a los vecinos
del sur, sólo como mexicanos, de lo cual los demás países del mundo han
adoptado la terminología, y aunque pueda parecer algo insignificante, la
ideología detrás de ello es lo realmente preocupante.
La situación actual se
remonta principalmente a condiciones culturales, así como económicas. Es decir,
nadie quiere ser parte del grupo menos popular, o del más pobre. Lo mismo
ocurre con nuestro país. Al tratarse de un país que, aún con ganas, tardaría
demasiado en alcanzar o superar económica o militarmente a países de primer
mundo, es considerados como un espacio de oportunidad para tales países
desarrollados. Espacio del cual se pueden obtener jugosos beneficios, sin
siquiera molestarse en producir o invertir demasiado. Grandes y poderosos
países vienen a México intentando vender sus ideas como las mejores, jugando el
papel de mensajeros de lo divino o salvadores de lo olvidado por Dios.
Desafortunadamente, aún conociendo sus estrategias, a los países
subdesarrollados como el nuestro, no les queda otra opción más que apoyar ideales
extranjeros, permitir la inversión que después se convierte en invasión, en
apropiación de nuestros recursos, explotación de las personas, así como el
control de la economía y el gobierno, para poner todo a su favor y obtener
siempre riquezas a costa de la pobreza ajena.
Una pobreza que
justifican como nuestra propia responsabilidad, a causa del incremento
constante de la población. Proponen un decremento a los índices de natalidad,
planificar familias, reducir embarazos, y a cambio, prioridad en préstamos
internacionales.
Sí, necesitamos dejar de
tener más hijos de los que podemos mantener, y sí, tal vez también necesitemos
esos préstamos. Pero más importante, necesitamos saber invertirlos bien, para poder dejar de depender, tanto política como económicamente,
de otros países a los que vendemos nuestras materias primas a precios bajos y
compramos productos al triple, de esos países a los que otorgamos concesiones
para entrar al país y establecer sus negocios o comercializar en nuestros
territorios, mientras que nuestros ciudadanos mueren en el intento de salir del
país en busca de mejores condiciones.
La solución no es
evacuar al país, ni pensar que estamos perdidos y que debemos seguir como hasta ahora. El tiempo pasa, y nuestras oportunidades también. Cada
día perdemos más porque los otros ganaron, y los otros ganan porque nosotros
perdemos. Son necesarias estrategias de gobierno y comercio efectivas, buenos sistemas
educativos, gente culta y preparada que no crea en los milagros prometidos por
los candidatos políticos, nuevos tratados comerciales entre países que de
verdad favorezcan a todos sus integrantes y no sólo a unos cuantos, y
representantes que cumplan con su trabajo como deberían hacerlo, pero tal vez
sea demasiado pedir. Cuando el hambre es
insaciable, siempre se puede explotar un poquito más. Quizá el problema venga
desde dentro de nuestro país, y los demás países sean simplemente pobres
víctimas de nuestra vulnerabilidad, que para ellos son oportunidades imposibles
de rechazar, y definitivamente es el tipo de pensamiento que deberíamos adoptar
como país para sacarlo adelante y dejar de esperar la salvación por parte de
nuestros gobernantes, cuando ésta se encuentra en nuestras manos.
Comparto tu opinión Jesús, también es importante comenzar el cambio en uno mismo para poder cambiar a un país.
ResponderEliminarMuy proactiva tu propuesta, acción y menos bla bla, definitivo. Cada uno desde su espacio de acción sin des ubicar el lugar que ocupamos y el medio donde nos desarrollamos. EXCELENTE.
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